Finalizo mi vuelta al mundo volviendo a casa, a Europa, a mi familia en Navidad. En este caso tendré una visita muy especial, estaremos entrando en diciembre, y visitaré todo el sur de Italia, centrándome una vez más en las culturas antiguas, este caso la magnánima Civilización Clásica de la mano de ese museo del tiempo llamado Pompeya.
Itinerario: Roma, Nápoles, Pozzuoli, Pompeya, Herculano.
Fechas: 29 de noviembre - 9 de diciembre de 2016.
Libro recomendado: Las Metamorfosis, Ovidio. Roma, año 8 d.C.
Canción: "What we are" de Kip Winger.
Itinerario: Roma, Nápoles, Pozzuoli, Pompeya, Herculano.
Fechas: 29 de noviembre - 9 de diciembre de 2016.
Libro recomendado: Las Metamorfosis, Ovidio. Roma, año 8 d.C.
Canción: "What we are" de Kip Winger.
ITALIA
- Roma, Nápoles, Pozzuoli, Pompeya, Herculano -
Vuelta a Europa: Después
de estar casi seis meses de verano de pronto en unas horas entro de lleno no sólo
en el invierno sino también en la Navidad… Roma me recibe de noche y con un
viento frío del norte que me hace añorar aquellas tierras lejanas y tropicales.
Pero el frío me dura poco
pues mis anfitriones Napolitanos me esperan y me abren las puertas de su casa
como si fuera de la familia. Una cama caliente, una ducha reparadora y una
comida exquisita me hacen darme cuenta que tras mucho caminar, por fin he
vuelto a las comodidades de occidente. Pequeños detalles como abrir la boca
bajo la ducha, usar ropa de abrigo, conexiones a internet por todas partes o
secarme el pelo con secador hacen que me sienta un poco más yo de nuevo. Aunque
parte de mí echa de menos ese deambular por el mundo en un tren mugriento,
soportar un clima con 90% de humedad… playas vírgenes, templos secretos y
caminos de arena que no llevan a ninguna parte conocida por el hombre pero que hacen que descubras facetas tuyas hasta ahora en penumbra.
Con estos sentimientos
encontrados me voy a dormir, estoy exhausta y el jet lag no tarda en aparecer.
Me está costando volver al ritmo europeo más de lo que pensaba. Cierro los
ojos y me veo otra vez en aquella playa, en aquel desierto, en aquella selva.
Andando descalza, sin preocuparme por mi aspecto o mi ropa, siendo quizás un
poquito más libre.
A la mañana siguiente
descubro unas calles repletas de gente con prisa, demasiada prisa tal vez para
estas horas de la mañana. Pero no es su tiempo lo que cautiva mi atención sino
sus rostros. Miradas cabizbajas, comisuras torcidas, manos en los bolsillos. Y
entonces vuelven a mi memoria aquellas miradas inocentes, oscuras y aceitunadas
de personitas pobres en lo material pero increíblemente ricas en cuanto a su
interior. Aquellas miradas eran más limpias, aquellas sonrisas eran más
sinceras…
Este viaje me ha enseñado
a sonreír con los ojos, a no temer a la gente y a expresar lo que siento aunque
esto último sea la lección más dura de todas. Me cuesta un abismo afrontar ese
sentimiento de vulnerabilidad que supone decir lo que tu cabeza (y tu corazón)
susurran a voces dentro de ti. Lo mejor de todo es descubrir que ahora soy
capaz de ello, y que aunque me cueste, merece la pena sentirse de este modo, expresarse
con el corazón en la mano porque ¿qué más da? ¿acaso tienes algo que perder?
Aún así, algunas cuestiones se me siguen atravesando en la garganta… iremos pasito
a paso.
Los días trascurren,
cortos y fríos, y mi abrigo y yo caminamos entre ruinas. Esta vez son más
cercanas, más familiares, pero no por ello menos impresionantes. Decido conocer
y recorrer las calles de una de las culturas más grandes de occidente: la Roma
Imperial. Para ello, dos ejemplos perfectos que surgen como una máquina del
tiempo invitándome a comenzar un bello y fascinante viaje. Hablo de Pompeya y
Herculano.
Ambas ciudades fueron
involuntariamente congeladas en el tiempo debido a la inesperada erupción del
volcán Vesubio en el año 79 a.C. Es por ello y gracias a este horrible suceso
que han llegado hasta nuestros días en un estado increíblemente inmaculado. Así
ves cuerpos intentando protegerse de la lava, calles empedradas, casas de dos pisos aún en
pie, vasijas, instrumentos y pinturas de vivos colores en las paredes de unas
casas por las que los años jamás pasaron.
Ando sus calles casi
desiertas (la navidad se acerca y los visitantes prefieren quedarse en la ciudad
moderna haciendo compras, dejándome amablemente ser la protagonista de este
cuento) y siento escalofríos pues aún oigo los gritos de terror de sus
habitantes ante el inevitable acontecimiento. Entro en sus casas y toco con
disimulo sus muros, sus pinturas y sus suelos cubiertos de mosaicos. En los
bares veo las jarras de cerveza, en las calzadas las huellas de los carros, los
instrumentos del herrero y hasta los prostíbulos. Después de todo, las cosas no
han cambiado tanto. Nos creemos más listos, más preparados, más racionales…
vivimos en una absurda burbuja de egocentrismo que no nos deja ver más allá de
nuestras pertenencias materiales.
Me siento en la acera,
cierro los ojos y siento el calor de los rezagados últimos rayos de sol de la
tarde que, tímidos y somnolientos, besan fugazmente mis mejillas cortadas por el
viento del norte. Y ahí me quedo, y escucho de nuevo a sus gentes comprando
verdura, a sus niños jugando y a sus muchachos discutiendo por ver quién es el
más fuerte mientras las niñas vestales pasan de puntillas con la cara sonrosada
y la mirada tímida. Siento la vida que un día recorrió estas calles hace ahora
dos mil años.
Mis reflexiones siguen dándome
la mano en este viaje, quizás ahora con más fuerza puesto que ya atisbo el
final de mi aventura. La hora de llegar a casa se acerca, pero antes voy a
andar sobre el cráter de un volcán, concretamente el Solfatara en Pozzuoli. El
olor a azufre es casi insoportable, pero una experiencia así merece la pena ser
vivida. Todos los sentidos se ponen en alerta máxima: el olfato es el rey pero
le sigue de cerca el tacto, un tacto cálido que sale de las entrañas de la
tierra y llega hasta mí en forma de fumarola - o nube de vapor - que riega todo el
volcán. Tras él, la vista se agudiza y te permite contemplar raíces de árbol respirando
fuera de la tierra, las flores infinitas y perfectas que forma el azufre, el
blanco polvoriento de la tierra ceniza que cubre el volcán, esa sensación de
andar en la luna.
El reloj de arena apenas
sostiene ya un par de gramos, ha llegado la hora de volver a casa. Paseo por
última vez las calles de Roma cuando de nuevo la dualidad me persigue: quiero
volver, echo de menos a mi familia, a mis amigos. Quiero darme un baño de agua
caliente, quiero ponerme un pijama limpio y abrigadito para dormir, quiero
comer una tostada con jamón y aceite, quiero abrazar a mis sobrinas, quiero
pintarme las uñas… pero por otro lado ésta nueva Miriam quiere darle a vuelta a
ese reloj de arena una vez más y volver a bañarse en un cenote o tumbarse en
una hamaca en Tulum, quiere bucear en Gili, quiere coger más piedras plateadas
del Himalaya, quiere dormir otra noche en el desierto, quiere empaparse de
nuevo en la selva… quiere seguir recorriendo el mundo.
Sin duda esto no es un
punto final en mi camino, es tan sólo un punto y aparte. Un pequeño receso
antes de planear la siguiente aventura. Es hora de recapitular, de asimilar
todo lo aprendido, lo vivido y sobretodo lo sentido en estos últimos 101 días.
Hoy me considero un poco más adulta pero más niña de nuevo y a la vez. Me
siento orgullosa de lo que he logrado, me siento capaz, valiente y luchadora.
Pero a la vez me siento pequeña e insignificante. Me siento afortunada por lo
que tengo y por lo que soy. Me siento capaz de seguir venciendo obstáculos,
capaz de empezar de nuevo, capaz de sentir sin peros ni por qués, capaz de
renacer una vez más, capaz de ser yo misma, capaz de amar y de sonreír como
hacen los indios, con los ojos y con el alma al descubierto sin importarme ser
de nuevo vulnerable, pues será un síntoma del don más preciado que tenemos los
seres humanos: nuestra propia vida, nuestra alma, nuestro ser.
Ha
llegado la hora de que esta Valquiria vuele de nuevo, esta vez rumbo a casa
para descansar y coger fuerzas para ponerse de nuevo en marcha, porque Nada es
Constante Excepto los Cambios.
❤ Welcome back! Y gracias por compartir tu aventura 😊
ResponderEliminarPor fin llegaste hermanita,por fin 😘😘
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