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jueves, 9 de abril de 2020

Mi Vuelta al Mundo


·         La Idea Inicial: Cómo empezó todo
·         El Sueño toma forma: ¿Se puede? ¡Se puede!
·         Los Preparativos: Cómo organizar una Vuelta al Mundo
·         La Espera: Los días previos a la aventura



   La Idea Inicial: Cómo empezó todo

Llevo casi tres años viviendo en Londres, tengo un trabajo estable que me apasiona, vivo en una ciudad que me enamora cada día y me rodeo de gente que me hace sentir querida.

¿Qué puede fallar entonces?

Este tipo de preguntas son las que lo estropean todo, las que te carcomen por dentro, las que te queman como una chispa de 220 voltios, directa a freírte el cerebro. Es la pregunta la que hace que acabes tirándote por el acantilado. Una vez hecha, no hay vuelta atrás. Es la pregunta que me hacía yo un día tras otro a nivel subconsciente, aquella que salió a flote cuando entré en la sede de la Commonwealth aquel sábado de septiembre de 2015.

Tras una ardua semana de trabajo organizando eventos (y lidiando con novias histéricas que quieren flores azules) por fin llega el fin de semana, por fin llega una de mis épocas favoritas de Londres, el Open House London, dos días completos para visitar monumentos y sitios emblemáticos que permanecen el resto del año cerrados al público. Una lista de must see bajo el brazo, un paraguas y muchas ganas metidas en el bolso.

El Palacio de Justicia, el Parlamento de Westminster con su cámara de los Lores y su cámara de los Comunes (un poco menos impresionante ésta segunda), la casa de Benjamin Franklin, y un largo etcétera iban dibujando mis pasos sobre el pavimento londinense. Ya caída la tarde, me acerco al Palacio de St. James a probar suerte, pero estaba cerrado. Justo en frente, una estructura señorial y extraña llama mi atención. Me asomo a la puerta y leo “Marlborough House”. – Bueno, tampoco tengo nada mejor que hacer – me dije, y la Alicia que vive aún dentro de mí hizo el resto. Tan sólo tenía que seguir la madriguera tras los pasos del astuto conejo blanco. El destino haría el resto.

Paredes pintadas con trampantojos, un exquisito estilo colonial, lámparas de cristal, señoras ataviadas con sus más altas galas africanas, con panfletos en la mano que te daban la bienvenida y una escalera laberíntica como antesala de la imagen que ha cambiado el rumbo de mi vida (otra vez). Aquel extraño lugar resulta ser ni más ni menos que la sede de la Commonwealth (o Sociedad de Naciones). Tras entrar en el mundo de las maravillas escondido detrás del Señor Picaporte, entro en una sala que aún vive en mi memoria como si estuviera allí ahora. Era la sala de reuniones, donde todos estos países hermanos charlan y discuten sobre esta fuerte unión, con el imperio británico como madre y protectora de todos.

No creo que todo sea tan bonito como parece, pero aún así varios elementos conquistan mi atención: el primero, una mesa alargada y enorme con capacidad para los 53 países que forman dicha sociedad. Lo segundo, 53 banderitas (en paralelo con cada silla) cubren la mesa transformándola en una marea de colores, de diversidad, de ilusiones, fracasos, sueños cumplidos y derrotas fatales.

53 banderitas que se clavan en cada poro de mi piel mientras un sólo pensamiento reina en mi cabeza hasta día de hoy: he de conocer todas y cada una de estas banderitas. Quiero estar ahí, quiero visitarlas, quiero vivirlas de cerca. Tradiciones, culturas, costumbres. He de salir de la vieja Europa, he de continuar viendo mundo. Venir a vivir a Londres me ha abierto la mente pero también me ha hecho dejar de viajar. Mi tiempo aquí acabó, todo lo que vine a aprender ya está resuelto, mi lista de cosas por hacer en el Reino Unido está llena de tachones. He de ponerme de nuevo en marcha. Quiero que mi pasaporte sea como ésta mesa, quiero tener 53 sellos estampados en él. Quiero coleccionar momentos y que vivan en mí para siempre. Quiero tener una historia que contarles a mis nietos.

Hoy es el tiempo, ahora es el lugar y éstas son mis razones.


   El Sueño toma forma: ¿Se puede? ¡Se puede!

¿Cómo se organiza una Vuelta al Mundo?
Esa es la pregunta que te estarás haciendo, ya sea por mera curiosidad o porque estás pensando en hacer lo propio. Pues bien, si has llegado hasta aquí, quiero que sepas que se puede, que no es tan imposible y que vas a necesitar eso sí, tiempo y ganas.
Por supuesto se puede organizar un viaje así con un mes de antelación, pero si realmente quieres hacerlo bien, que salga más económico y saber a dónde y cómo quieres ir, es fundamental que le eches horas. A mí me ha costado un año entero.

Qué tipo de viaje quieres hacer, a dónde quieres ir, cuánto tiempo y qué presupuesto son las cuatro preguntas que deberás hacerte primero de todo para que tu viaje pueda ponerse en marcha, y para que vivas tu experiencia más relajado (y para que duermas mejor).

En mi caso, el tipo de viaje que hago es en solitario y de mochilera, dejando que juegue la improvisación en gran parte del camino. El dónde era lo que más claro tuve siempre: quiero conocer las grandes culturas antiguas. El tiempo dependerá de lo que dispongas, en mi caso he dejado mi trabajo en Londres para dedicar los próximos 100 días a embarcarme en esta emocionante aventura. Verás blogs de gente que se va un año, seis meses, o que viven viajando… ya eso es cuestión de gustos y también depende un poco de la última pregunta: el presupuesto. En mi caso, mucho menos de lo que esperaba. Veamos cómo funciona:

A grandes rasgos, pretendo gastarme (incluido vuelos y alojamiento) unos 3.000-4.000€. Créeme, se puede, hazme caso. Ten en cuenta que los vuelos que vas a comprar son sólo idas, por lo tanto el precio se reduce bastante. Comprarlos con varios meses de antelación también hace que te ahorres un pellizco, y por último has de tener en cuenta qué camino seguir, cómo hacer para no dar mucha vuelta y llegar donde quieres de un modo más barato.

Te pongo ejemplos: el vuelo Madrid – Cancún lo compré con casi seis meses de antelación y me ha costado 195€. El más caro fue Los Ángeles – Bali por 389€.
Fíjate además que todos los países tanto del sudeste asiático como los vuelos locales son mucho más baratos entre sí. Otro ejemplo: mi vuelo Mumbai – Sri Lanka costó 79€ mientras que mis amigos que vuelan desde Madrid han tenido que pagar unos 700€ (ida y vuelta).

El itinerario es algo complejo pues dependerá del tiempo del que dispongas, y lo tendrás que modificar varias veces, sobre todo cuando empieces a mirar precios. Ejemplo: en un principio quería ir a Japón, pero tras mirar vuelos y rutas me di cuenta que era mucho más fácil (y barato, ya no sólo el vuelo sino también la estancia en general) ir a Indonesia. Cultura ancestral, budismo y templos eran los elementos necesarios para formar mi ecuación ganadora. Vi que haciendo stop-over (escala para que nos entendamos) en Los Ángeles desde México, la ruta me quedaba perfecta. Así que cambié Japón por Bali, y es una decisión de la que a día de hoy no me arrepiento en absoluto.

Finalmente lo gastado en vuelos vemos que no llega a los 1.000€. Aclarado este punto, pasamos al segundo: el alojamiento. En mi caso, he reservado tan sólo la primera noche de cada país nuevo al que llego, y lo he hecho así por dos motivos: uno porque para temas de visado, casi siempre te van a pedir una dirección de contacto en el país al que llegas y es lícito poner aquella en la que te alojas. Dos porque así tendré una especie de campamento base desde el cual trazar mi plan de ruta para el lugar que corresponda. Llegas, avisas de que sigues viva, miras el mapa, y te planteas puntos exactos a los que quieres.  Y así sobre la marcha vas caminando y reservando para el día siguiente. Mi idea es gastar de media 10€ al día por alojamiento; si echamos cuentas tenemos otros 1.000€ en total por los 100 días. Como ejemplo te diré que en Bali me alojo al lado del Palacio Real de Ubud en una habitación doble deluxe con terraza, baño y desayuno por 10€ la noche. En Nepal y en India te puedes alojar en sitios decentes (incluso monasterios budistas o ashrams si sabes buscar) por menos de 10€ al día.

¿Y entonces los otros 1.000-2.000€? Pues entradas a lugares de interés, comida y gastos extra. [Prepara por cierto 100€ para dejarte en vacunas y visados, te lo cuento más abajo]. Para comer intenta huir de las zonas más turísticas, busca el restaurante local donde acuden las gentes del lugar. Intenta reservar hostal con desayuno incluido y recarga energía de buena mañana. Evita los puestos de comida callejera (así esquivarás el síndrome del viajero).
Como ejemplo de gastos de comida, según el país obviamente, te diré que en Indonesia puedes comer por 0.20€ si (una vez más) sabes moverte y salir de tu zona de confort.

¡Ay las vacunas y los visados, cuántos quebraderos de cabeza nos dan!
Fundamental: hazlo con tiempo, infórmate, busca, pregunta. Toda la información sobre vacunas la dan en tu Centro de Vacunación Internacional para el Viajero. Busca la dirección en Internet, estos centros están por toda España. Ahí te dirán qué vacunas debes ponerte, algunas recomendadas según tu tipo de viaje (no es lo mismo acampar al raso que ir a un hotel de cinco estrellas), y muy importante cómo hacer un buen botiquín. Con toda la montaña de documentos que te darán, vas a tu médico y ¡voilà! ¡Protegido para donde vayas!
En mi caso y como ejemplo te diré que llevo puestas (sin contar las que me pusieron de pequeña en el cole): Hepatitis A, Tétanos, Fiebre tifoidea, Cólera y las pastillas para la Malaria que te dan para que te tomes una vez llegues al sitio de riesgo.

De los Visados tendrás que informarte por tu cuenta. Llama a los consulados, busca por internet… en mi caso empecé mandando emails a diestro y siniestro y acabé llamando a los consulados, donde te dicen con más seguridad qué necesitas para ir al país que sea. Algunos ejemplos: para India necesitas pedir visado con antelación y pagar 88.50€ por él, para México sólo tienes que rellenar unos documentos en el aeropuerto (Visa on arrival) y es costo cero, para Nepal lo mismo pero vale unos 20€.
Recuerda llevar dólares americanos y no tendrás problemas de cambio. Las fronteras normalmente anuncian sus precios con esta moneda.

En resumen, se puede dar la vuelta al mundo con 3.000-4.000€ y un poco de organización.


   Los Preparativos: Cómo organizar una Vuelta al Mundo

En los apartados anteriores he comentado lo que son, a mi parecer, los puntos más importantes a la hora de abordar por primera vez una cuestión tan primordial como esta de la Vuelta al Mundo.
Esos puntos podrían reducirse a dos: la parte espiritual o intangible (dónde quieres ir y por qué) y la parte física o tangible (de cuánto tiempo y dinero dispones para ello).
Creo que en esta vida todo goza de una dualidad con similares características, todo tiene su debate cuerpo/mente, cabeza/corazón, trabajo/ocio, lo que quieres conseguir/lo que luchas por ello… El secreto está en saber ajustar ambos mundos, el de aquí y el de allí, equilibrar la balanza, buscar ese Justo Medio.

Personalmente detesto hablar de cuestiones mundanas, pero aquí me veo sin embargo contando céntimos. Lo hago porque creo que es importante tener claro esos pilares, sobre todo en un blog de estas características. En su día me ayudó mucho conocer las opiniones de otros viajeros, y creo que es justo que yo ahora devuelva ese favor plasmando aquí el conocimiento adquirido. En ocasiones serán cosas lógicas que caen por su propio peso, pero también a veces estamos tan enfrascados en nuestro mundo, tan ensimismados, que no las vemos venir hasta que las leemos y exhalamos con un aliviado “¡pues claro!”

Ejemplos tan de manual como estar 100% convencida de comprarte tooodas las guías de Lonely Planet (con sus 800 páginas cada una) hasta que alguien llega y te pregunta, con razón, cómo pretendes meter semejante arsenal en una mochila de 40 litros. ¿Solución? Te compras una tablet en Media Markt por 40€ y te descargas todas las guías que quieras sin ocupar ni un centímetro de más.
Otro ejemplo útil, y este va en especial para las chicas que viajan solas como yo, es el tema “feminidad”. Consejos prácticos: ponte una alianza falsa y di que tu marido te recoge en el siguiente pueblo, si vas a India cómprate un sari (vestido tradicional hindú), ellos lo ven bien y tú pasas desapercibida, sobre todo si eres de piel clara como yo.

Y una vez cumplida mi labor con el universo de devolver lo aprendido, creo que es hora de pasar a la parte interesante ¿Qué se siente cuando comienzas a sumergirte en los preparativos? ¿Cómo tomar miles de decisiones estando tan lejos tanto en el tiempo como en el espacio de aquello que vas a visitar? ¿Cuáles son tus prioridades?

Prepárate a sentir, a salir de la ya archiconocida zona de confort, a tener miedos, incertidumbres, a pensar que esto no es para ti, a escuchar barbaridades de la gente, a notar la preocupación de los que te rodean. Mi consejo es que agarres a todos esos sentimientos (especialmente los negativos), los cojas de la mano y continúes andando con ellos, pues jamás podrás perderlos de vista por completo y tienen la ventaja de que te harán más cauto. Coge el miedo de la mano y camina con él, que nunca te frene pero que te acompañe.

Has de tener claras tus prioridades, no sólo a la hora de viajar sino durante toda tu vida. Si no sabes quién eres o qué quieres, ¿cómo vas a tomar las decisiones acertadas? ¿Cómo saber qué camino tomar? Piensa en ello, siéntate, haz una lista o simplemente aprende a conocerte. Esta es la única riqueza que podrás atesorar para toda la vida.
Mis prioridades son, como comenté al principio, conocer las grandes culturas antiguas. Soy Historiadora y mi vida siempre ha estado colmada de Arte en todas sus expresiones: literatura, arquitectura, música, pintura, escultura, danza. Siempre he vivido por y para el Arte y por eso uno de mis objetivos es conocer las tradiciones ancestrales a la vez que camino para conocerme un poco más a mí misma. Además soy Periodista, por lo que mi curiosidad innata se acrecienta a un ritmo preocupante ante este despliegue de ideas y oportunidades.

El mundo Maya con sus pirámides, sus rituales chamánicos, sus senderos y misterios, sus jeroglíficos sin descifrar, su magia, su visión del mundo.
La cultura Asiática como epicentro del budismo, de la meditación y la paz interior, de los templos de piedra labrados por las olas, de las terrazas de arroz, de la armonía física y espiritual.
Los Hindúes, vibrantes y coloridos, con especias, aromas y alegría en sus esculturas, jovialidad en sus Dioses, flores en sus cuellos. Cultura llena de contrastes, donde la riqueza cultural lucha constantemente con la pobreza de sus gentes. Es un lugar que te enseña a abrir los ojos y donde puedes presenciar cómo las montañas albergan Budas en sus vientres.
Y Roma, la cuna de occidente, el origen de la civilización entendida por nuestros histéricos ojos; es el testimonio latente de una ciudad calcinada por la naturaleza, es el por qué de nuestra vida moderna, de nuestro lenguaje. Es volver a reunirte con tu madre y descansar en sus brazos tras el viaje. Es el punto y seguido de mi aventura.

El mejor plan es cuando no hay plan. Improvisa, cáete, piérdete, llévate desengaños, sorpresas, llora, ríe, pero por favor siente. Disfruta. Vive.
Un chamán me dijo hace poco que nuestras mentes occidentales están demasiado ordenadas, llenas de cajones pequeños donde metemos cosas inútiles. Queremos tenerlo todo controlado y atado de antemano. Nos creemos mejores cuando decimos “yo no soy turista, yo soy viajera”, pero es todo lo mismo, seguimos siendo unos histéricos Hijos del Romanticismo como decía mi profesor de música, como me dijo el chamán. En estos viajes no importa cuántas decisiones tomemos o cómo de organizado llevemos todo, no va a ser como nosotros queramos, sino como el destino quiera que sea.

Por tanto siéntate, abróchate el cinturón y disfruta del viaje. Prepárate porque vivirás una experiencia distinta a la que planeaste, porque volverá a casa una persona diferente a la que salió, porque sentirás que de pronto no tienes hogar al que regresar porque tu hogar serás tú mismo.


   La Espera: Los días previos a la aventura

Acaban de dar las doce. Soy una cenicienta moderna, que en lugar de perder un zapato de cristal, me dejo este blog en medio de la escalera. En sus peldaños quedan todos mis miedos, mis preguntas, mi vida anterior y en vez de bajar corriendo hacia mi carroza/calabaza, subo uno a uno y con cuidado para llegar al día 31 sin morir en el intento.

Queda tan sólo una semana para terminar esta agonía, para comenzar mi aventura.

Ahora sí que hay nervios y emoción, desasosiego y manos frías. En esta carrera de fondo que son los preparativos, acabo de cruzar la línea de meta. Ya está todo listo, ahora tan sólo queda despedirse de los amigos, de la familia, recoger mis cosas, ponerme la mochila al hombro y comenzar a caminar. Creo que nunca se está preparado para hacer algo así, creo que simplemente llega un día en que tomas esa decisión y pones en funcionamiento la maquinaria. Un año después llegan los resultados, un año después llega el momento de poner en práctica toda la teoría acumulada durante todos estos meses. Un año después sigo sin estar preparada, un año después el avión se dispone a despegar con una Miriam inquieta, con la cabeza llena de cosas absurdas e inútiles pero con el corazón y el alma dando saltos de alegría por todo lo que me espera cuando dicho avión aterrice, cuando ponga los pies en el nuevo mundo, cuando el destino me enseñe sus cartas.

Es hora de jugar.





  • Comienza el Viaje: Acostumbrándote a vivir sin casa
  • En el Camino: Los estados de ánimo y las reacciones del cuerpo
  • Una nueva familia: Relaciones humanas universales
  • Pensando en Volver: Cómo prepararse para afrontar el regreso
  

   Comienza el Viaje: Acostumbrándote a vivir sin casa

Al principio todo te emociona, todo te vale, todo te parece bien…

- ¿Que tienes que dormir en la misma habitación con 5 personas más?
¡Perfecto! ¡Así hago amigos nuevos!
- ¿Que comes fuera todos los días?
¡Perfecto! ¡Así pruebo la gastronomía del país!
- ¿Que tengo que planear una ruta para el día siguiente?
¡Perfecto! ¡Tengo todo el tiempo del mundo para recrearme descubriendo nuevos lugares!

El “problema” comienza conforme empiezan a pasar los días y las semanas. Ya comienzas a echar de menos un poco de privacidad, comienzas a tener antojo de comer “sólo una ensalada mientras te tumbas en el sofá de casa con el pijama” o simplemente ya te encuentras cansada y sin ganas de descubrir el mundo aquella mañana. 

¡No desesperes! Lo que te pasa es completamente normal, y creo que nos ha pasado a todos los que vivimos un viaje tan largo. Tan sólo tienes que tomarte tu viaje como un trabajo (el trabajo de tu vida sin duda. Si existe un trabajo perfecto, es inexorablemente éste). 

Podríamos “vivir sin casa” si aplicamos estas cuatro sencillas y básicas reglas:

Permítete tener “fines de semana”: haz 5 o 6 excursiones a la semana, pero tómate al menos un día para ti, para no hacer nada ni visitar ningún nuevo lugar.

Descansa de los hostels de vez en cuando: cada diez o quince días, gástate un poco más pero duerme en una habitación privada, sólo para ti. Date un baño, desconecta de la (no siempre tan apetecible) efusividad de otros viajeros.

No tienes que probarlo todo, ni comer platos regionales todo el rato: no pasa nada si pides pizza, hamburguesa, o te vas a un super y te haces unos macarrones. Las comidas tradicionales de los países exóticos que visitemos están compuestos por sabores, aromas y texturas a las cuales no estamos acostumbrados. Está bien descansar un poco el paladar.

Respeta tus horarios: es normal que al principio no sepas ni en qué día vives, pero aun así intenta respetar y adaptarte a los horarios locales y hazte con ellos lo más pronto posible. Tu cuerpo lo agradecerá, se sentirá menos cansado y te será más fácil tener esa (falsa) sensación de rutina y normalidad.

Menos es más ¡Disfruta!: deja de preocuparte por si no te da tiempo de ver todo lo que habías pensado. Hay veces que es mejor ver poco y bien que mucho y corriendo. Personalmente prefiero paladear cada paisaje en lugar de poner el tic al monumento de turno y ni fijarte en la sombra que éste proyecta.

Tómate tu tiempo, mira, observa, aprende. Estás viviendo tu sueño.


   En el Camino: Los estados de ánimo y las reacciones del cuerpo

Quiero contarte no sólo lo bueno (que es la mayoría de las veces) sino también lo malo: se te va a caer el pelo, se te va a soltar la tripa, te van a picar los mosquitos y vas a adelgazar. Estoy segura de ello en un 99%. Te cuento por qué:

Se te va a caer el pelo porque vas a cambiar de hábitos (todos). Tu cuerpo está 24 horas alerta (sobre todo si viajas solo) y aunque estés feliz por vivir esta aventura, tu cuerpo está estresado puesto que todas y cada una de las cosas que hagas dependerán de ti por completo. Toda esa toma de decisiones, toda esa adaptación exprés harán que tu cuerpo sufra aunque sea a nivel subconsciente. Esto hará que tu pelo y tu piel se debiliten. Pero no te preocupes en exceso, es algo temporal y momentáneo. Luego volverás a tener tu pelazo de siempre.

Se te va a soltar la tripa, sobre todo si viajas a países del sudeste asiático o Latinoamérica. Términos como “la venganza de Moctezuma” o el “delhi belly” se volverán terriblemente familiares. Si comes comida callejera tus posibilidades aumentarán con creces. Pero de nuevo no te preocupes en exceso: toma precauciones (toma agua embotellada y evita alimentos crudos), lleva contigo fortasec y ten un poco de paciencia.

Te van a picar los mosquitos: esto es un hecho, da igual que te lleves pulseras mágicas o te bañes en repelente cada día. Esos bichos son inexorables y les encanta la carne occidental. De nuevo toma precauciones (como el malarone si vas a países en riesgo) y usa el sentido común, que es (irónicamente) el menos común de todos los sentidos.

Vas a adelgazar. Este punto se puede enlazar con los dos primeros y de hecho es una consecuencia directa de los mismos. Olvídate de dietas y come todo lo que se te antoje, pues lo quemarás en tus excursiones y tu cuerpo necesita más combustible de lo normal para afrontar esos ¡nuevos retos!

En cuanto a los estados de ánimo, volvemos a recalcar un poco lo dicho anteriormente: son muchas emociones, muchas sensaciones nuevas y no siempre te pillarán con la alegría y fuerza de los primeros días. Echarás de menos a tu familia, a tu perro o a tu gato, tu habitación, tu ciudad y tus costumbres, a tus amigos. Mi consejo es que evites pensar en todo eso y disfrutes el momento único que estás viviendo. No te arrepientas de no ser feliz mientras echas de menos tu mundo.


   Una nueva familia: Relaciones humanas universales

Las personas adecuadas llegarán en el momento oportuno. Una de las muchas ventajas de viajar solo es que tú eliges cuando quieres compañía y cuando no. Cuando te sientas con ganas de socializar, simplemente mira a tu alrededor: habrá muchos viajeros que, como tú, necesiten a alguien con quien hablar y compartir sus aventuras. No podría explicarte la razón, pero siempre aparecen las personas perfectas, afines a ti, cuando las necesitas.

Como siempre decimos, “sólo tienes que mirar a tu alrededor”.

Y esas personas se van a convertir en tu familia, en tus mejores amigos, en tus aliados. Y la amistad durará más allá del viaje, atravesará distancias puesto que es un lazo diferente el que os une. Vais a vivir experiencias nuevas y únicas juntos, y eso hará que vuestra amistad sea más intensa, especial. Te sorprenderás a ti mismo abriéndote en canal, contándole tus sentimientos a tu interlocutor, ahondando en recuerdos que hasta tú creías olvidados. ¿No es maravilloso? ¿No te parece mágico? Por cierto, no importa si eres tímido o introvertido… las palabras y las emociones van a surgir solas, hazme caso, yo era igual que tú y ahora tengo amigos en México, en Colombia, en India, en Turquía, en Indonesia, en Egipto, en Canadá, en Australia… ¿sigo?


   Pensando en Volver: Cómo prepararse para afrontar el regreso
   Pero… todo lo bueno se acaba, toda historia tiene su final y todo cuento tiene su moraleja. Ya te habías acostumbrado a los cambios cuando es hora de volver a casa y a la ahora tan temida rutina. Por un lado tendrás ganas de volver, por otro te dará pánico.

Ya no te gusta tu vida anterior, ahora quieres vivir de viaje.

Durante mi viaje estuve temiendo ese momento, pero créeme cuando te digo que no es tan malo como parece desde fuera. Te alegrarás de volver a casa y ver a los tuyos. Es cierto que asusta, que te sentirás raro los primeros días… pero también verás que no sólo tu vida ha cambiado sino tú mismo. Lo que antes veías rojo, ahora lo verás verde. Te darás cuenta que ahora tienes otros ojos, que lo que antes te importaba demasiado ahora ni te afecta, que prestas atención a lo que antes ni veías, que tu vida ya no es la que era antes, que ahora eres feliz por todo lo vivido, y por todo lo que te queda por vivir.

Y mirarás las fotos y sonreirás.






·         La vuelta a ¿casa?: Volver a tu ciudad siendo otra persona
·         Conclusiones de una Vuelta al Mundo
·         ¿Y ahora qué? 



   La vuelta a ¿casa?: Volver a tu ciudad siendo otra persona

Ha llegado el momento que tanto temías: el momento de volver. Después de las penas, las alegrías, los rasguños, las indigestiones, las playas desiertas, los templos infinitos, la libertad como mejor compañera… cuando ya reconoces el nomadismo como tu forma de vida es cuando tienes que volver a casa. Pero, ¿sabes aún cuál es tu casa? El concepto de hogar ha cambiado tanto en estos últimos meses, que temes volver siendo otra persona y que tus seres queridos no te reconozcan. Ya no tienes los miedos con los que marchaste, tus valores cambiaron, tus ropas se ensuciaron, tu corazón latió más fuerte que nunca. Has sobrevivido a mil y una aventuras, ya no queda rastro de aquella chica asustadiza que se alisaba el pelo cada dos días. Te gusta en lo que te has convertido, te llena lo muchísimo que has visto y aprendido y realmente – aunque suene un poco crudo – te da igual lo que piensen de ti. Has sido y eres feliz, lo demás no importa porque vas a seguir siéndolo. 

Te confunde un poco volver a tu vida, a tu rutina (si es que eso sigue existiendo) y no sabes muy bien qué va a ser de ti. En mi caso, dejé no sólo un trabajo estable sino todo un país como Inglaterra para volver a España, a la ciudad donde nací, donde vive mi familia y a aquella donde no vivo desde hace quince años. La confusión crece a cada minuto que pasa mientras el avión va tomando tierra por última vez en este viaje. 

¿Me quedo aquí? ¿Me vuelvo a mudar a otra gran ciudad y empiezo de cero? ¿Me cambio de país? ¿Y en qué voy a trabajar ahora? Cientos de preguntas se van sucediendo mientras esperas que las ruedas del avión toquen el suelo. Esas preguntas se mezclan con las miles de imágenes y sensaciones que has tenido estos meses, con las experiencias que sin duda te han cambiado la vida. Tienes tanto que contar que tu cabeza no se ordena. 

Entonces recuerdas aquella noche en el desierto. Y te relajas. 

Bajas cada peldaño de la escalera del avión con cuidado; hace frío, es pleno invierno, las decoraciones navideñas están por todos lados y de pronto te das cuenta que llevas unos 8 meses de verano continuo. Te has perdido el otoño y pasas de estar en la playa a que sea navidad. Inmersa en tus pensamientos de pronto éstos se congelan como tu nariz y a lo lejos les ves. Tu familia ha venido a recibirte, miran sobre las cabezas de la multitud pero no te ven. ¿Tanto he cambiado? – piensas – y en efecto sí, has cambiado. Aceleras el paso, acabas corriendo a todo trapo y te fundes en un abrazo que hace que se os salten las lágrimas a todos. Has vuelto al origen. De nuevo, 101 días después, estás dónde todo empezó pero con menos kilos en tu cuerpo y alguno de más en la mochila. Eso sí, vuelves con una sonrisa más grande que con la que te fuiste. 

Los próximos días están llenos de historias, cafés, amigos, conversaciones, recuerdos, familia, fotos y la eterna pregunta que te carcome desde que bajaste de aquel avión: ¿me quedo o me voy? 


   Conclusiones de una Vuelta al Mundo 

Sin duda un viaje así te cambia la vida: Lo empiezas con miedo y con ilusión, transcurre de un modo acelerado y frenético los primeros días hasta que te acostumbras al cambio constante y empiezas a disfrutar. Aprendes, creces, vives como nunca antes lo habías hecho. El miedo no desaparece, pero ahora le das la mano y sigues tu aventura con él como consejero. Tu escala de valores está dada la vuelta, ahora sonríes cuando vas por la calle, no te paralizan los retos, no te importa el qué dirán, te crees capaz de todo, vives tu día a día de un modo distinto al que solías hacer – ni mejor ni peor, simplemente diferente – valoras cada segundo y te sientes en paz contigo mismo. Es la mejor decisión que has tomado en tu vida. 

Ves que tus amigos y conocidos te piden que les cuentes tus historias, que reveles tu lugar favorito del mundo. Observarás que todos te preguntan si tuviste miedo, si te sentiste insegura… y tu respuesta es siempre que no. El miedo ya no te limita, y la seguridad es un concepto ambiguo; te sientes más insegura por las calles de Londres que por las de Mumbay. 

Y lo más importante: vuelves a creer en la gente. A lo largo del viaje he visto que aunque tengas imprevistos, aunque te pasen cosas desagradables, siempre SIEMPRE siempre va a aparecer alguien que te eche una mano, que te ayude, que te guíe. Esta idea es la única que ha sido común en todos los países, y hoy por hoy puedo decir a pesar de todo que "confío en la raza humana” por muy absurda o malvada que pueda resultar a veces. Ahora puedes ver el lado positivo de cada situación y puedes ver que hay gente buena, dispuesta a ayudar. 

Si aprendes a disfrutar de la soledad y a ser feliz ante la inmensidad del planeta en el que vivimos, te darás cuenta de que aquello que tanto preocupa a nuestras mentes occidentales no son más que reflejos de una sociedad marchita que se pierde entre los humos de un tráfico contaminado. Sé capaz de ver más allá, de vislumbrar la luz al final del túnel, de ver las estrellas que se esconden tras las nubes. 

Te has convertido en la mejor versión de ti mismo. 


   ¿Y ahora qué?

Imagino que os preguntaréis qué pasa después, cómo resolví la pregunta de aquel avión, si me quedé o me fui, si todo aquello que viví se ha quedado en un bonito sueño… 

Un año después me encuentro sentada frente a un ordenador, al calor de una redacción a veinte minutos de cerrar la jornada laboral. 

Ahora trabajo en lo que me gusta, he vuelto al periodismo, al arte de contar historias. 

Me dejé llevar y el destino me trajo de nuevo a la capital, a Madrid, a la que un día fue mi casa y que ahora redescubro con ojos nuevos. He encontrado cierta estabilidad – buscada – y disfruto a cada paso que doy por este nuevo asfalto. Mis viejos amigos se han convertido en personas diferentes, mejoradas diría yo, y lo más importante de todo: he encontrado – sin buscarlo – al amor de mi vida. 

Ahora tengo, ahora Soy todo lo que siempre quise ser. Aún quedan sueños por cumplir pero esta vez tengo una moraleja, tengo la certeza de quién ha roto con todo, se puesto la mochila al hombro y ha recorrido el mundo. 

¿Y ya no viajas más? Os preguntaréis. 

El gusanillo de los viajes te pica y no hay cura ni remedio que lo extinga. Muchos sabréis de qué hablo. Como anticipo os diré que mi viaje aún no ha terminado. 

Pero aquí se despide esta humilde Valquiria que os da las gracias por haberme acompañado en mis aventuras, y que os propone Sobrevolar otros lugares, quizás menos exóticos, quizás más familiares, pero igualmente únicos y llenos de magia. 


¿Me acompañáis a sobrevolar Madrid?

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